¿Qué es un espolón?

El espolón suele ser consecuencia de la fascitis plantar. Pero, ¿por qué? ¿Cómo se trata? Aquí te hablaremos más a fondo del tema.

¿Qué es el espolón?

Éste es una formación ósea que surge como resultado de la calcificación de la fascia plantar en su inserción en el hueso calcáneo, situado en el talón. Este proceso ocurre tras episodios prolongados de fascitis plantar crónica que no han recibido el tratamiento adecuado. La fascitis plantar es una inflamación de la fascia, el tejido que recorre la planta del pie, y cuando la condición se prolonga en el tiempo sin ser controlada, la inflamación constante genera pequeñas lesiones en el tejido.

Con el tiempo, estas microlesiones van cicatrizando, pero debido a la naturaleza crónica de la inflamación, el cuerpo responde formando depósitos de calcio en el área de la inserción de la fascia en el hueso. Este proceso de calcificación, que inicialmente es leve, puede avanzar si la fascitis continúa sin tratamiento, creando una protuberancia ósea conocida como espolón. Aunque el espolón en sí no siempre genera dolor, su presencia puede agravar el malestar si está acompañado de una fascitis plantar activa o si irrita los tejidos circundantes.

El desarrollo de un espolón calcáneo es un indicativo de que el problema de la fascitis ha estado presente durante mucho tiempo y no se ha manejado de manera adecuada. Es común que las personas con espolón hayan experimentado episodios recurrentes de dolor en el talón y en la planta del pie, pero que no hayan buscado tratamiento o no hayan seguido las recomendaciones para aliviar la carga sobre la fascia plantar. Este proceso de calcificación no ocurre de la noche a la mañana, sino que es el resultado de un deterioro progresivo en la salud del pie, lo que subraya la importancia de abordar los síntomas de fascitis desde sus primeras manifestaciones.

¿Cómo se trata el espolón?

El tratamiento del espolón calcáneo no suele implicar cirugía, ya que en la mayoría de los casos, el espolón no es la causa principal del problema. Muchos pacientes pueden convivir con un espolón durante años sin siquiera saber que lo tienen, ya que no siempre produce síntomas o dolor directo. De hecho, el espolón es, a menudo, un hallazgo incidental cuando el verdadero problema es una fascitis plantar no tratada de forma adecuada. La fascitis crónica, al no recibir la atención necesaria, genera microlesiones en la fascia plantar que no logran cicatrizar, y con el tiempo, estas lesiones se vuelven sitios de acumulación de calcio.

Esta acumulación de calcio, producto de la constante inflamación y daño en la fascia, lleva a la formación de lo que se conoce como fibrosis cálcica. En algunos casos, este proceso se puede comparar a una tendinitis calcificante, en la que el tejido lesionado responde con la creación de depósitos de calcio en lugar de una correcta regeneración. Así, el espolón se convierte en un resultado secundario de una fascitis plantar prolongada que nunca se manejó adecuadamente.

Dado que el espolón no es la fuente directa del dolor, el tratamiento se enfoca en la fascia plantar y no en la protuberancia ósea. Se utilizan terapias para reducir la inflamación de la fascia, como el uso de plantillas ortopédicas, ejercicios de estiramiento y medicamentos antiinflamatorios. Estos tratamientos ayudan a aliviar la tensión en la fascia, permitiendo que el tejido comience a sanar correctamente y evitando que se produzcan más lesiones que puedan agravar el cuadro. De esta manera, aunque el espolón permanezca, el alivio del dolor y la recuperación funcional son posibles sin necesidad de una intervención quirúrgica.

¿En qué casos se remueve el espolón?

La remoción quirúrgica del espolón calcáneo es una opción de tratamiento poco común y solo se considera en casos específicos. Aunque muchos pacientes con espolones pueden experimentar molestias, el espolón en sí no suele ser la causa principal del dolor, por lo que la cirugía no es el enfoque habitual. Sin embargo, en algunos casos donde el espolón ha crecido significativamente, puede ser necesario plantear una intervención quirúrgica. Esta opción se considera cuando el espolón supera los 2 centímetros de tamaño, o en casos mínimos cuando tiene al menos 1.5 centímetros, ya que una protuberancia de este tamaño puede empezar a generar irritación significativa en los tejidos circundantes.

Cuando el espolón alcanza estas dimensiones, puede ejercer presión sobre estructuras como la fascia plantar, provocando un dolor persistente que no mejora con los tratamientos convencionales. A pesar de que el espolón no sea la causa inicial del problema, su presencia puede convertirse en un factor contribuyente al malestar, especialmente si impide que otras intervenciones, como el uso de plantillas o medicamentos, surtan efecto. En estos casos, la cirugía se presenta como una solución viable para aliviar la irritación y reducir la inflamación crónica que no ha respondido a tratamientos no invasivos.

La decisión de remover el espolón debe tomarse con cautela y tras una evaluación exhaustiva por parte del especialista. La cirugía busca liberar la tensión que el espolón genera sobre los tejidos, permitiendo una mejor recuperación de la fascia plantar y mejorando la calidad de vida del paciente. Sin embargo, dado que la mayoría de los espolones no alcanzan este tamaño y no son el origen del dolor, la cirugía sigue siendo una opción rara que se reserva para los casos más graves o resistentes a otros tratamientos.

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