espondilitis anquilosante

¿Qué es la espondilitis anquilosante y cómo afecta tu calidad de vida?

Los dolores persistentes de la espalda o la rigidez del cuerpo no son síntomas normales; algunas veces pueden llegar a ser indicadores de un padecimiento más complejo, como la espondilitis anquilosante.

Esta condición suele manifestarse con dolor lumbar, rigidez matutina y cansancio, afectando directamente la calidad de vida de las personas que lo presentan, especialmente en adultos jóvenes de 20 y 40 años.

Conocer sus síntomas, detectarla a tiempo y recibir un tratamiento certero es fundamental para evitar complicaciones y realizar las actividades diarias sin dolor; si quieres conocer a detalle sobre este padecimiento, continúa leyendo este artículo.

¿Qué es la espondilitis anquilosante?

La espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta al esqueleto axial, es decir, a la columna vertebral y a las articulaciones sacroilíacas, las cuales están ubicadas entre la columna y la pelvis.

Es un padecimiento que pertenece al grupo de las espondiloartritis seronegativas, que se caracterizan por generar una inflamación persistente en la columna.

Es considerada como una enfermedad sin cura, lo que vuelve fundamental que ante cualquier indicio se realice una consulta médica, pues con un tratamiento oportuno se podrán controlar los síntomas, evitar complicaciones y retrasar su progreso.

¿Qué causa la espondilitis anquilosante?

La causa exacta de la espondilitis anquilosante no se conoce, pero se considera una enfermedad autoinmune, es decir, que está relacionada con una respuesta anormal del sistema inmunológico.

Aun así, debido a los estudios médicos, se ha considerado que uno de los factores que más resaltan en esta enfermedad es la predisposición genética, pues muchas personas que desarrollan la enfermedad tienen un gen llamado HLA-B27.

Sin embargo, no significa que todos aquellos que tengan ese gen padezcan de esta afección; solo se ha considerado como un factor de riesgo.

Síntomas de la espondilitis anquilosante

La espondilitis anquilosante suele comenzar de manera lenta, pero progresiva; estos son algunos de sus síntomas:

  • Dolor y rigidez en la espalda baja; suele ser peor al despertar y mejora con el ejercicio.
  • Dolor en la pelvis; ya que afecta las articulaciones sacroilíacas, se presentan molestias en la pelvis.
  • Dolor o inflamación en otras partes del cuerpo, como hombros, rodillas o tobillos.
  • Fatiga y cansancio persistentes.
  • Limitación progresiva de la movilidad del cuerpo.
  • La columna vertebral adopta una postura encorvada.
  • En algunos casos, puede provocar inflamación ocular, problemas intestinales o complicaciones respiratorias.

Con el paso del tiempo, la inflamación puede provocar que las vértebras se fusionen entre sí, formando una columna rígida; en la medicina se le conoce como “columna en bambú”.

La importancia de identificar los síntomas y no dejarlos pasar como simples dolores lumbares o problemas de postura es fundamental para no afectar la calidad de vida de los pacientes.

¿Cómo se diagnostica la espondilitis anquilosante?

El diagnóstico para la espondilitis anquilosante requiere de una combinación de pruebas médicas que, con el conjunto de resultados de todas, se puede determinar un diagnóstico

Examen físico

El médico especialista evalúa el grado de los síntomas del paciente, revisa qué tan grande es la limitación de los movimientos y explora la capacidad del paciente para mover la espalda y expandir el tórax.

Estudios de imagen

Se suelen usar las radiografías y resonancias magnéticas; las primeras para ver si hay inflamación y cambios estructurales en las articulaciones sacroilíacas.

También, la radiografía ayuda en los casos más graves y severos, ya que puede mostrar la llamada “columna en bambú”, que es el grado más alto de la espondilitis anquilosante.

Y, por otro lado, la resonancia es más útil en etapas iniciales, pues con ella se puede detectar la inflamación activa antes de que los cambios sean visibles en la radiografía.

Análisis de laboratorio 

Se solicitan estudios de laboratorio que puedan apoyar en el diagnóstico de la espondilitis anquilosante.

  • Pruebas que indican la inflamación del cuerpo, como la proteína C reactiva (PCR) y la velocidad de sedimentación globular (VSG).
  • Un perfil reumatoide que incluya HLA-B27, para detectar o descartar la presencia de esta proteína que suele ser asociada con la condición.

Evaluación por otros especialistas

Dependiendo de los síntomas, el paciente puede llegar a necesitar la valoración de otros especialistas.

En caso de que el paciente presente molestias en otras partes del cuerpo, se necesitará de seguimiento; los más comunes son el oftalmólogo, cardiólogo y gastroenterólogo.

Opciones de tratamiento para la espondilitis anquilosante

Al no existir la cura para la espondilitis anquilosante, no hay un tratamiento específico que seguir, por lo que se va ajustando y modificando de acuerdo a las necesidades del paciente.

Algunos de los tratamientos médicos que se utilizan para controlar la inflamación, aliviar el dolor y mantener la movilidad son:

Ejercicio y terapia física

  1. Realizar ejercicio de forma regular para brindar fuerza a la columna.
  2. Hidroterapia y ejercicios acuáticos; ayudan a reducir la rigidez y trabajar con la movilidad del cuerpo.
  3. Sesiones de fisioterapia personalizada al paciente.

Prescripción de medicamentos

  1. En etapas iniciales, se proporcionan antiinflamatorios para aliviar los dolores.
  2. Fármacos inmunomoduladores o inmunosupresores que actúan sobre el sistema inmunológico para frenar la enfermedad.
  3. Bloqueadores de interleucinas inflamatorias y del factor de necrosis tumoral (anti-TNF), usados cuando la enfermedad es activa y no responde a tratamientos convencionales.
  4. Sulfasalazina y otros medicamentos para artritis inflamatoria en casos específicos.

Tratamiento quirúrgico

Se considera únicamente necesario recurrir a una cirugía cuando hay deformidades severas que comprometen la postura y la movilidad.

Son operaciones de alto riesgo, pues pueden complicarse con lesiones vasculares, desgarro de la aorta o daño neurológico.

Solo se considera una opción cuando el caso es muy grave y con la debida valoración y autorización de un especialista.

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